“fui forastero y me acogiste…” Mt 25,35.


  “fui forastero y me acogiste…” Mt 25,35.
“Urge mantener el TPS mientras se definen alternativas de regularización migratoria permanente. La eventual cancelación de esta medida de protección temporal constituiría una nueva evidencia de las acciones antiinmigrantes de la administración Trump y los efectos en miles de familias y comunidades serían incalculables.

El TPS pende de un hilo. Cerca de 255 mil personas originarias de El Salvador, Nicaragua y Honduras que residen de manera documentada en Estados Unidos ven en peligro su permanencia en dicho país. La decisión que tomará en los próximos días el Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos sobre la continuidad o no del Estatus de Protección Temporal, más conocido como TPS, plantea escenarios altamente preocupantes para miles de familias centroamericanas beneficiadas con este mecanismo de regularización migratoria provisional.

En las últimas semanas, la administración del presidente Trump ha dado señales alarmantes sobre el futuro del TPS, que se decidirá en los próximos días, dando muestras de su intención de cancelarlo. Estas señales forman parte de la tónica anti-inmigrante de la actual jefatura de gobierno estadounidense. La cancelación de otra medida de protección temporal, la Acción diferida para los llegados en la infancia, más conocida como DACA y que ha dejado en situación de incertidumbre y alto riesgo de deportación a cerca de 60 mil jóvenes centroamericanos en Estados Unidos…

La mayoría de las personas beneficiadas con el TPS, son hombres y mujeres que llevan más de 20 años en Estados Unidos y que han logrado alcanzar una integración social, cultural y económica en el país, sólo necesitan alcanzar la integral legal plena. El 80% está trabajando, y el 61% tiene hijos o hijas ciudadanas estadounidenses. Son personas honorables que pagan anualmente sus impuestos, y cuyo aporte a la economía estadounidense está demostrado, así como sus contribuciones a sus familiares en los países centroamericanos, mediante las remesas. 

En Honduras, la pobreza extrema alcanzó el 42% de la población en 2016, solamente un punto y medio menos que en el año 2000, cuando el impacto del huracán Mitch aún era devastador. Las tasas de desempleo son insostenibles, como en el que caso de El Salvador, en donde el 57% de las mujeres en edad de trabajar están desempleadas, o en Nicaragua, en donde el 36.7% de la población se declara desempleada” (ERIC, novimbre, 2017). En este contexto, la Red Jesuita con Migrantes exige:

Que se reconozca a las personas beneficiarias del TPS como actores sociales, culturales y económicos para la sociedad estadounidense. Como personas y familias que ya tienen raíces y son pilares comunitarios con deseos de seguir contribuyendo en el país de acogida y en sus comunidades de origen. Llamamos a fortalecer su articulación y el reconocimiento de sus indispensables aportes.

Que se aprueben rutas legales para que las personas beneficiadas por el TPS puedan acceder a la residencia permanente y eventualmente a la ciudadanía estadounidense, ya que este sería el estatus que corresponde con su realidad social, económica y cultural. Que se amplíe el estatuto de protección temporal 18 meses más, tiempo en el que debe trabajarse para la implementación de esas rutas legales. 

Que los gobiernos de los países de origen centren sus esfuerzos en impulsar políticas públicas que garanticen de manera efectiva y permanente los derechos humanos de sus connacionales en el exterior. Y sobre todo, que avancen hacia la garantía del derecho a no migrar, es decir, que haya condiciones en los países centroamericanos para que las personas puedan tener bienestar, y la decisión de migrar sea voluntaria.

Que tenga lugar una reforma integral del sistema migratorio estadounidense en la que coloque en el centro de la propuesta a los seres humanos, sus derechos y su dignidad.

En tiempos de muros, nos sentimos llamados y llamadas a levantar nuestras voces y trabajar para que los Estados respeten los derechos humanos y el principio de la dignidad humana, y promover una cultura que fomente la hospitalidad y la fraternidad, sumándonos a las palabras del papa Francisco: "Unámonos para acoger, proteger, promover e integrar a las personas obligadas a abandonar su hogar y buscar uno nuevo entre nosotros."

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