Tenemos Papa…se llama FRANCISCO…



Tenemos Papa…se llama FRANCISCO… a secas sin apellidos.


Desde el esperado “humo blanco” y luego la presentación del Papa para saludar a los presentes que tanto ansiaban verlo; que de igual manera en todo el mundo esperábamos esta presentación, todo fue aumentando de emoción hasta que dijo que se llamaría FRANCISCO.

En muchos escritos y entrevistas comenzaron a decir que era por Francisco de Asís, eso parecía que no era discutible. En ese contexto de alegría y esperanza, las redes sociales y estos comunicados resaltaban la frase que escucho Francisco en San Damián (una Iglesita en ruinas), “Francisco, ve y restaura mi casa, mira que está en ruinas” (San Buenaventura, Leyenda Mayor II, 1).

Desde ese momento hasta que el Papa dijo por sus propias palabras que era por San Francisco de Asís, todo era una fiebre de fe y esperanza, de alegría y gratitud.

Es indudable que el cardenal Jorge Mario Bergoglio escogía a Francisco por su manera de vivir como líder religioso, por sus convicciones evangélicas como creyente bautizado, por la influencia del caminar de la Iglesia de América Latina. El teólogo franciscano Leonardo Boff hace una bella reflexión sobre sus primeras palabras:

“Creo que el Papa Francisco tiene en mente una iglesia fuera de los palacios y de los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente los Papas y Ratzinger principalmente ponían sobre los hombros la muceta, esa cápita corta bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El Papa Francisco llegó sólo vestido de blanco. En su discurso inaugural se destacan tres puntos, de gran significado simbólico.

El primero: dijo que quiere «presidir en la caridad», algo que desde la Reforma y en los mejores teólogos del ecumenismo se pedía. El Papa no debe presidir como un monarca absoluto, revestido de poder sagrado como prevé la ley canónica. Según Jesús, debe presidir en el amor y fortalecer la fe de los hermanos y hermanas.

El segundo: dio centralidad al Pueblo de Dios, como destaca el Concilio Vaticano II, pero dejada de lado por los dos papas anteriores a favor de la jerarquía. El Papa Francisco pide humildemente al pueblo de Dios que rece por él y lo bendiga. Sólo después él bendecirá al pueblo de Dios. Esto significa que él está allí para servir y no para ser servido. Pide que le ayuden a construir un camino juntos y clama por fraternidad pata toda la humanidad, donde los seres humanos no se reconocen como hermanos y hermanas sino atados a las fuerzas de la economía.

Por último, evita todo espectáculo de la figura del Papa. No extendió ambos brazos para saludar a la gente. Se quedó inmóvil, serio y sobrio, yo diría, casi asustado. Solamente se veía una figura blanca que saludaba con cariño a la gente. Pero irradiaba paz y confianza. Usó el humor hablando sin una retórica oficialista, como un pastor habla a sus fieles” Boff.

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