TIEMPO DE ESPERANZA, en días de tinieblas y muerte.
Nosotros como cristianos que heredamos la experiencia del pueblo del Israel en un Dios que está presente en la historia de manera liberadora y salvÍfica; estamos llamados a ser portadores de Buenas Noticias, mensajeros de paz y hermanos de todo viviente.
Nosotros creyentes en Jesucristo, el HIJO AMADO Y ENCARNADO EN LA HISTORIA HUMANA que vino para liberar, sanar, perdonar y salvar; para mostrarnos que es: EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. Creemos que nuestras vidas tienen que estar unida a su causa, el Reino de Dios: que es anunciar la Buena Noticia a los pobres, liberar a los cautivos, llevar luz a los ciegos, y ser solidarios con los que están tirados por el camino.
En estos días
de mucha violencia, miseria y dolor humano en Honduras, donde los periódicos
nos presentan la sangre en las calles y comunidades; donde la corrupción se ve
y se desarrolla a la par de la democracia; dónde gobierna la injusticia en el Estado y las instituciones sociales. Los
cristianos tenemos la PALABRA que nos
alimenta, fortalece y es luz en las tinieblas; porque la PALABRA SE HIZO CARNE,
SE HIZO HISTORIA, SE HIZO PUEBLO. Dejemos que esta Palabra profética llegue al
corazón:
“Se acercan los días, dice el Señor, en que cumpliré la promesa que hice la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella hora, yo haré
nacer del tronco de David un vástago
santo, que ejercerá la justicia y el
derecho en la tierra. Entonces Judá estará a salvo, Jerusalén estará segura y la llamarán ‘el Señor es nuestra justicia” (Jer 33,14-16).
Donde no hay
justicia, los cristianos tenemos una misión: ser promotores de la justicia y
honestidad (rectitud) en la sociedad.
“El Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos, y manjares sustanciosos. El arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño que oscurece a todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre; el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y borrará de toda la tierra la
afrenta de su pueblo. Así lo ha dicho el Señor” (Is 25,6ss).
Cuando todos
los hondureños puedan festejar un día familiar comiendo en abundancia, sin
llanto ni dolor causado por la injusticia, la violencia y la mentira, estamos
en una sociedad según el corazón de Dios-PADRE.
“¡Vengan, subamos a la montaña del
Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y
caminaremos por sus sendas". Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén,
la palabra del Señor. El será juez entre
las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y
podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se
adiestrarán más para la guerra. ¡Ven,
casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor! “(Is 2,1-5).
Esta Palabra es
un llamado a la unidad de todos los cristianos, de todos los humanos de buena
voluntad, de todos y todas las que buscan la justicia y la paz. Cambiemos
nuestros instrumentos y acciones violentas (que puede ser un medio de comunicación,
una predicación de un líder religioso, el trato en casa, en la escuela y en la
Iglesia), por palabras, silencios y gestos cargados de bondad, ternura y misericordia.
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