Benedicto
XVI confesó el 11 de febrero que no tiene fuerzas para ejercer adecuadamente el
ministerio petrino, por lo que decidió renunciar a su cargo de máxima autoridad
de la Iglesia católica. La última vez que se produjo una renuncia al trono
papal fue en 1415. El código canónico estipula que el sumo pontífice puede
renunciar sin necesidad de aprobación alguna, la única condición es su libre
voluntad.
El papa
Benedicto XVI, hoy llamado papa emérito, es noticia en todos los medios
mundiales, por renunciar y dejar el “servicio” en la Iglesia del ministerio
petrino, como obispo de Roma; realizando la función del primero entre iguales
de los sucesores de los apóstoles.
Esta acción
está siendo comprendida de muchas maneras, para Vargas Llosa, es un hombre “de reflexión
y estudio, seguramente uno de los pontífices más inteligentes y cultos que ha
tenido en toda su historia la Iglesia Católica”. Un jerarca de la Iglesia que
con simplicidad y decisión, “solo abandonan el poder absoluto, con la facilidad
con que él acaba de hacerlo, aquellas rarezas que, en vez de codiciarlo,
desprecian el poder” (El Heraldo. 24-2-13).
Sabemos, por
distintas noticias, de las grandes problemáticas y situaciones vergonzosas que
enfrentó, tanto con pastores que actuaban destruyendo las “ovejas”, como con la
corrupción interna que existía en las oficinas del Estado Vaticano. En
especial, con problemas relacionados con el dinero, de lo cual dijo Jesús,
“nadie puede estar al servicio de dos señores, pues u odia a uno y ama al otro
o apreciará a uno y despreciará al otro. No pueden estar al servicio de Dios y
el dinero” (Mt 6,24).
Hay que
recordar este hombre, como lo mostró al retirarse, frágil, sencilla y humilde,
pues actuando de esa manera después de sus 8 años de servicio en el ministerio
petrino, nos hace un acercamiento a la gran alabanza de Jesús, “¡te alabo
Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultaste estas cosas a los sabios y
entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, esa ha sido
tu elección” (Mt 11,25-26).
Con toda la
formación del papa Benedicto XVI, se podría decir que no es sencillo; pero sí
podemos decir que un gesto como el que realizó al mostrar su fragilidad y
debilidad, en muchos sentidos, nos acerca a los humildes que reconocen su verdad
y limites históricos, a los que tienen esperanza y siguen haciendo peregrinaje
por este mundo.
¿Por qué
renunció al puesto de “papa”?, es un tema de conciencia de él mismo; también en
esto nos enseña: la ruta de los caminos de la vida cristiana, es una decisión
que se toma delante de Jesús y su evangelio, desde los pobres, la oveja
descarriada, desde el perdón, con la honestidad y sencillez de un servidor del
evangelio.
“bienaventurados
los afligidos (los que lloran, los sensibles y honestos), porque serán
consolados” (Mt 5,4).
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