Los estigmas de Francisco de Asís, una propuesta a los cristianos de hoy.

Del 15 de agosto hasta el 29 de septiembre del 1224, Francisco junto con otros hermanos, realizaron la cuaresma en memoria de san Miguel (arcángel), en el monte Alvernia donde se supone tenía un eremitorio para orar.
Este hecho hace más significativo el camino cristiano de Francisco de Asís, por llegar a tener en su carne los estigmas al modo del crucificado, de Jesucristo. Esto sucede dos años antes de su partida a la casa del PADRE. Que nos puede enseñar a los cristianos, este acontecimiento místico y profético de la vida del hermano Francisco; reflexionemos sobre algunos aspectos:

El retirarse a orar, a solas, en su intimidad más íntima: que es con él mismo delante del misterio de amor de Dios, en total abrazo de aceptación del misterio humano en él. Es querer estar en el silencio que acontece en el interior y el entorno con la naturaleza. Una intimidad que no lo separa de la realidad, menos de los humanos, como bien lo dice san Buenaventura en la Leyenda Mayor, cuando refiriéndose a Francisco, dice que “parte de él lo empleaba en trabajosas ganancias en favor del prójimo y la otra parte la dedicaba a las tranquilas elevaciones de la contemplación” (LM 13,1). Francisco se movía entre estar dedicado al bien del prójimo, y al encuentro gratuito con el amor de Dios en la contemplación. Ambos son amores, es una sola manera de experimentar el amor del Creador. No puede haber contemplación sin compromiso por el bien del prójimo, y viceversa. Un bien que tiene la dimensión personal y social, la dimensión del bien común.

Otra enseñanza que nos queda, es buscar el bosque, el apartarse para adentrarse en la naturaleza cargada de las huellas del Creador. Como criatura Francisco buscaba las otras criaturas. En el bosque, en medio de la biodiversidad nos encontramos con la originalidad del amor del Padre Creador y Bueno. La creación en toda su originalidad nos devuelve nuestra originalidad, los sencillo y bello de la creación es una acción sanadora en nuestro interior. Francisco siempre estuvo en contacto con la creación y las criaturas de una manera hermana y agradecida, eso lo refleja en el cantico de las criaturas, que es toda una oración de fraternidad cósmica. Francisco o lo encontrábamos por los caminos polvorientos, por ermitas pequeñas, con los pobres y leprosos, con el pueblo en las plazas o escondido en los bosques y cuevas. 

Configurarse a Cristo, ese fue el deseo profundo de Francisco, eso buscaba con toda pasión y deseo. La oración en silencio y soledad era uno de sus medios que más utilizaba para orar y experimentar el amor. Por eso que lleguen los estigmas como señales de Cristo en la humanidad de Francisco de Asís, es un identificarse con El Señor Jesús hasta donde el amor tomo límites o radicalidad plena: tanto amo Dios al mundo que envió a su Hijo…para salvar y dar vida (Jn 3; 13; 15). La enseñanza o camino cristiano que nos muestra Francisco es de volver a Cristo, al Jesús de los evangelios. La única configuración a la que estamos llamados a tener los cristianos es con Cristo, Él es nuestra medida y modelo de vida. Este Jesús que va ser crucificado por el modo como vivió, con los conflictos que asumió al confrontarse con los líderes y el poder religioso, político y económico de su tiempo. Tener los mismos sentimientos, deseos y opciones de Cristo, es a lo que estamos llamados como cristianos (Fil 2,6ss). 

Lo otro que acompañó al hermano Francisco, es su deseo del martirio, que el mismo san Buenaventura lo une al misterio de los estigmas, como concreción de ese deseo relacionado con el seguimiento de Cristo (LM 9,9). El martirio es el camino más cercano al seguimiento y modo de vivir de Jesús; esa fue la suerte y realidad de los primeros cristianos, de los mismos apóstoles, es el camino evangélico: ser perseguido por llevar el modo de vida de Jesús, por tener hambre y sed de justicia, por ser constructor de paz y actuar con misericordia (Mt 5,1-12). El martirio es la marca que ha renovado la Iglesia en América Latina, y por tanto aquí en Centroamérica estas últimas décadas. Un martirio que surge de la persecución por parte del poder político, económico y militar a todos los que aman y están con la causa de los pobres, los predilectos del reino de Dios. El odiar a un cristiano y asesinarlo por estar con los pobres e identificarse con su causa de lucha por la vida, ha llevado a muchos cristianos a ser asesinados en estas tierras. Somos parte de una tradición y memoria martirial, de una Iglesia con los pobres y en defensa de sus vidas.

En los estigmas se aumenta la compasión, la caridad y la gratuidad, esto lo testimonia san Buenaventura del humilde Francisco de Asís (LM 13). No recibe los estigmas por aparentar, ni para presentarse en un canal católico, menos para exhibirse de manera triunfalista y “misticoide”. El mismo Francisco entró en conflicto, si mostraba o no los estigmas. Esto nos enseña mucho a los jerarcas y líderes católicos, que gustan presentar una Iglesia victoriosa, lujosa, exitosa, triunfalista y conquistadora.

Los estigmas en Francisco de Asís, suceden en lo escondido, en el silencio, en medio de la naturaleza, en la sencillez, en soledad compartida y en contemplación transformadora. Hagamos memoria de este hecho, con gratitud y humildad, como aprendices y discípulos/as, como Hijos e Hijas del PADRE, hermanos y seguidores de Jesús, abiertos al impulso de su Espíritu dador de vida.

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