Edmundo Orellana, y una realidad espeluznante.



Por Edmundo Orellana

Catedrático universitario

Circula por la web un vídeo en el que, con gran nitidez, se observa que agentes de la supuesta nueva Policía se ensañan con jóvenes, estudiantes y defensores de derechos humanos, que bajan de un bus, luego del desalojo de la UNAH.

Les rociaron los ojos con un gas, que, por los efectos, debe ser gas pimienta. El tipo de expulsión no fue neblina ni bruma, sino chorro. Directamente a los ojos. Los bajaron utilizando violencia innecesaria. Eran jóvenes de ambos sexos.

Hablamos de personas capturadas. No eran ni siquiera potencialmente peligrosas. Estaban totalmente indefensas. Los policías que actuaron tan salvajemente, también eran de ambos sexos. Jóvenes, en su mayoría. Es de suponer que son de las nuevas promociones de policías. Esas, que, según los depuradores, constituyen una nueva Policía, respetuosa de los derechos humanos.

El espectáculo lo ofrecieron esos salvajes en uniforme, en la calle y frente a un público que no temía grabar en sus celulares las grotescas escenas que ofrecían, con un gran deleite y despliegue de autoridad, los uniformados.

Estamos ante una realidad espeluznante. La nueva Policía está siendo entrenada como entrenaron a los que fueron depurados. Es más, si nada ocurre después de la difusión de ese video, estarán seguros de poder operar de la misma forma en cualquier circunstancia. Todos, pues, pagaremos las consecuencias.

Esos que actuaron con tal grado de crueldad en público, demostraron que lo disfrutan. Si lo hacen ante los ojos de todos, qué no harán en la oscuridad de los centros de detención preventiva, con los privados de libertad. Seguramente, emulan, en crueldad y cobardía, a los torturadores de la década de los 80. Valientes con los presos, a quienes torturaban hasta la muerte, pero cobardes, porque se encapuchaban para capturar y torturar, algunos de los cuales hoy aspiran a cargos de elección popular, negando descaradamente, su vergonzoso y sórdido pasado.

Estamos a tiempo de rectificar. Los depuradores están obligados a instar la sanción respectiva para quienes participaron activamente torturando a esos muchachos y que el video registró. Deben hacerlo para evitar que se repita y para que demuestren que la nueva Policía, efectivamente, se somete a la ley. Es tan delicado el tema, que en caso de no actuar, los policías entenderán que están autorizados para actuar de esa manera en cualquier otra situación similar que se les presente.

Los gritos de los jóvenes clamando por agua para que se diluyera la toxicidad del gas aplicado en sus ojos, eran desgarradores (música para los oídos de los torturadores de los 80 que vieron el video). Uno de ellos advirtió que padece de diabetes y que el gas podía provocarle la ceguera. Nada los conmovió.

Si no queremos que la nueva Policía se convierta en la organización criminal que encontraron los depuradores, debemos actuar ahora. Sin dilación. Es demasiado evidente para observarlo con indiferencia.

Entre los depuradores se encuentran personas que han luchado por los derechos humanos, por la justicia y también de los denominados “hombres de Dios”. Su conducta histórica les demanda actuar consecuentemente. No pueden abandonar lo que han sido. Ya demostraron que son capaces de enfrentarse a los malos, a los verdaderos malos, a los satánicos. Ahora se trata de enfrentarse a los que están deformándose, a los que van camino a transformarse en criminales uniformados. Es mucho más fácil. En el mes de la patria, es lo menos que podemos pedir.



La tribuna. 11-9-17

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