HERMANOS
MENORES Y HERMANAS POBRES
¡Qué
formula histórica!, hermanos menores y hermanas pobres de santa Clara. Digo
esta expresión, queriendo resaltar todo lo que se encuentra significado en
estos títulos: todo un camino de espiritualidad cristiana.
El sentido
de ser hermanos de todos y todas, de todo ser viviente del planeta, es una
propuesta radical del hermano Francisco; ser menores es el calificativo que
acompaña ese ser hermanos. El ser hermano y menor puede facilitar el encuentro
con nuestra verdad que llevamos en el interior, y al mismo tiempo poder abrazar
a todos en su verdad y profundidad existencial, en su historia y en su contexto
social muchas veces marginado.
El
título de hermanas pobres de santa Clara, es una expresión elocuente de un gran
contenido espiritual; este calificativo expresa una forma de vida sin propio y
abrazadas al gran AMOR: JESUCRISTO, al PADRE de las Misericordias.
Francisco
y Clara son dos nombres que inspiran dentro de la Iglesia al seguimiento de
Jesucristo. Cuando Clara se considera “plantada” por Francisco, es en toda la
expresión (TestCL 48-49). Es en Francisco que encuentra la inspiración, es él
quién les ayudó en la elección de la forma de vida, es él quién les mostró el
camino, por eso es el Bienaventurado Padre (TestCL 5).
Si
partimos de la historia expresada en los biógrafos y escritos de la época, y
siguiendo los escritos de ambos santos, encontramos evidenciado el amor
entrañable que se tenían Clara y Francisco. En estos dos santos podemos
recuperar el sentido espiritual y profundamente humano que tiene la amistad.
Para
Clara, la vida y palabra de Francisco fue inspiración de vivir amando al AMADO,
de vivir consagrada al Señor, sumo Bien, total Bien. Para Francisco, Clara fue
referente afectivo en el camino del amor al PADRE. Francisco buscó a Clara en
momentos de discernimiento, eso se hace con quien se confianza y cariño, ambos
se apoyaron desde el amor, en el seguimiento de Cristo.
Desde
los inicios, la opción fundamental de Francisco fue “vivir el santo Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo” (2R 1,1); la misma inspiración movió a Clara (RCL
1,3). El evangelio es el punto de partida
de la espiritualidad de estos dos corazones caminantes en búsqueda del
AMOR.
Es
que en realidad, para seguir a Jesucristo se necesita de mucha pasión, de una
relación afectiva con Jesús, con el PADRE Y el Espíritu Santo. Estos dos santos
aportaron a la Iglesia, un camino espiritual que parte de un encuentro intimo y
auténtico con la TRINIDAD. Este camino lo realizaron “tomados de la mano”, como
dos corazones unidos en la misma dirección: EL REINO DE DIOS.
Estos
dos amigos y discípulos de Jesucristo, nos
dejan un gran legado espiritual para nuestro tiempo. Este legado es un aporte
en estos tiempos de violencia y muerte; donde el gran capital junto con la
economía de mercado, los políticos inescrupulosos y el consumismo acelerado,
producen personas con indiferentes ante la vida humana y toda la creación.
¿Qué
nos enseñas Clara para vivir hoy, por dónde tenemos que retomar la ruta hacia el
gran AMOR? Uniendo la formula de Francisco y Clara de Asís, surge una
espiritualidad y práctica cristiana basada en el seguimiento de Jesús y la
vivencia evangélica, en una vida contemplativa, en vivir sin propio (pobreza), en
ser hermanos y hermanas (la fraternidad), en anunciar y testimoniar la Buena
Noticia del evangelio con la humildad de un caminante y peregrino en este
mundo.
Nosotros,
los que vivimos inspirados en el carisma francisclariano, estamos llamados a “restaurar
la Iglesia”, esto no es creernos los “santos o perfectos”, sino aportar, con
sencillez y audacia, la espiritualidad del carisma recibido.
La
vida evangélica, es un don, por eso tiene que ser “restituido” en la misma
Iglesia, y compartido con todos los hombres y mujeres que encontramos por el camino
(TestCL 2,15.18); ¡Qué urgente es vivir nuestra vocación!
En
Francisco y Clara, encontramos que el punto de partida del camino de fe es la
vivencia del santo Evangelio; esto implica centrarse en Jesucristo, en el misterio
de la Encarnación, en su misión liberadora (Lc 4,16-21), en la pasión y muerte
en la Cruz (2CtaCL 18-20). Por eso la eucaristía recoge ese misterio de amor
expresado por Jesús hasta quedarse con sus discípulos al “partir el pan” (Hch
2,41-44).
Una
vida evangélica, nos lleva a centrarnos en la práctica del Jesús presentado en
los cuatro evangelios del canon bíblico. Las palabras y gestos de Jesús, sus
opciones y prioridades vitales, se vuelven el indicador por donde tenemos que
llevar dicho seguimiento.
Para
Clara, inspirada en Francisco, Jesús que se ha hecho “camino” (TestCL 5). Es en
los evangelios, donde estos dos santos se encuentran con la pobreza y humildad
del gran amado Jesucristo (1CtaCL 19).
Una
característica propia de este carisma es la contemplación, ésta consiste en
darle el primado al AMOR DEL PADRE EN EL HIJO, UNIDOS EN EL ESPIRITU SANTO. El
encuentro amoroso con EL PADRE, con el Señor es fundamental y prioritario.
La
acción y actitud contemplativa parte del misterio de la Encarnación, que es
desde donde Francisco y Clara se acercaban al misterio de Jesucristo (2CtaF 4; 1CtaCL
19; 3CtaCL 18-19; 4CtaCL 20-21). La experiencia mística en Clara se da en el
encuentro con el “esposo amado” (1CtaCL 7.9).
Vivir
contemplativamente engloba toda la persona, sus distintas dimensiones:
espiritual, intelectual, afectiva y sensible (Fr José R Carballo OFM. 2004); no
se trata de hacer de la contemplación un acto ritual de oraciones continuas, ni
solo un momento de pasividad en la vida cotidiana. Para Clara, la contemplación
de cada hermana tiene que realizarla integrando la mente, el alma y el corazón
(3CtaCL 12-13).
Este
camino de oración contemplativa llevará a la transformación interior de todo
creyente en el “espejo” que es Jesucristo. Se trata de que el corazón esté
vuelto hacia el Señor (4CtaCL 15).
Si
somos contemplativos, seremos apasionados por el Reino, por la causa de Jesús;
tendremos los mismos deseos y sentimientos de Él, hacia los más necesitados de
la historia; buscaremos actuar con verdad y justicia, con misericordia y
ternura, con libertad y rectitud ante nosotros mismos y la realidad.
La
contemplación cotidiana nos une afectivamente con Jesús, nos hace experimentar
el amor del PADRE, dejándonos conducir por el Espíritu liberador. La
contemplación nos lleva a una mayor sensibilidad del misterio de nuestra historia
personal y al encuentro con todos los “leprosos” del camino.
El
camino de la contemplación te lleva a vivir en la pobreza, la humildad y la
caridad que surge del “espejo” que es Cristo (4CtaCl 15.16.18). El corazón de todo creyente y discípulo se
robustece en este encuentro amoroso con Cristo, donde la mente y corazón se
unifican hacia la conversión del Reino (Mc 1,14-16). Todo contemplativo es un
“espejo”, es decir, refleja a los otros el amor experimentado del “Padre de las
Misericordias”.
El
ejercicio de la contemplación en la vida de todo creyente, pasa por la escucha
de la Palabra, por dejarse afectar por la BUENA NOTICIA de Jesús.
Tenemos
que aprender el silencio contemplativo en la escucha de la Palabra. El dejarnos
que la BUENA NOTICIA DEL EVANGELIO llegue a nuestros corazones para que
reaccionemos con audacia y creatividad, con un compromiso decidido en la
construcción del Reino de Dios.
“la contemplación franciscano-clariana, lejos
de ser un pietismo piadoso, es camino de identificación con el Señor. Quien
asume una actitud contemplativa en su vida, se transforma en “criatura nueva”
(Gal 6,15) y puede decir en verdad: “para mí la vida es Cristo” (Fil 1,21)…la
contemplación es seguimiento, y el seguimiento lleva de nuevo a la
contemplación. En otras palabras, la contemplación es vida, y la vida es
contemplación” (Carta del Ministro General OFM. Fr José Rodríguez Carballo.
CLARA DE ASIS Y DE HOY. 2004).
Fr
René Arturo Flores OFM
11
de agosto de 2012
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