San Romero de América, Pastor y Mártir Nuestro





San Romero de América, Pastor y Mártir Nuestro


por Pedro Casaldáliga

El ángel del Señor anunció en la víspera. . .

El corazón de El Salvador marcaba

24 de marzo y de agonía.

Tú ofrecías el Pan,

el Cuerpo Vivo

-- el triturado cuerpo de tu Pueblo;

Su derramada Sangre victoriosa

-- ¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre

que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera,

y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;

como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.


¡Y se hizo vida nueva

en nuestra vieja Iglesia!


Estamos otra vez en pie de testimonio,

¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!

Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.

Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.

Romero de la Pascua Latinoamericana.

Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.


Como Jesús, por orden del Imperio.

¡Pobre pastor glorioso,

abandonado

por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!

(Las curias no podían entenderte:

ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).


Tu pobrería sí te acompañaba,

en desespero fiel,

pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.

El Pueblo te hizo santo.

La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.

Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.


Como un hermano herido por tanta muerte hermana,

tú sabías llorar, solo, en el Huerto.

Sabías tener miedo, como un hombre en combate.

¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!


Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,

con una sola mano consagrada al servicio.

América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini

en la espuma aureola de sus mares,

en el dosel airado de los Andes alertos,

en la canción de todos sus caminos,

en el calvario nuevo de todas sus prisiones,

de todas sus trincheras,

de todos sus altares. . .

¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!


San Romero de América, pastor y mártir nuestro:

¡nadie hará callar tu última homilía!

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